LA CONSTITUCIÓN MEXICANA
Síntesis de las Aspiraciones del Pueblo Mexicano, el que También Vive Fuera del País
Por Nora Oranday / ex Diputada Federal Migrante
Por Nora Oranday / ex Diputada Federal Migrante
Los mexicanos que residimos en el extranjero, los que hemos cruzado fronteras en aras del “bien vivir”, tenemos que creer que la Constitución mexicana sí nos protege, porque así es.
Como digo siempre en mi propio discurso, nosotros, los mexicanos residentes en otros países, no dejamos nuestra Carta Magna tirada al cruzar ríos y desiertos. La llevamos a dondequiera que vayamos. Es parte nuestra.
Por eso, no creo que el coahuilense Venustiano Carranza nos haya dejado de lado. Esta pegadito a nosotros y pensó también en nosotros porque somos mexicanos donde quiera que andemos por el mundo.
El 5 de febrero de 1917, se promulga la Constitución gracias a la visión del “Varón de Cuatro Ciénegas”, y de otros constituyentes de diferentes rincones de la geografía nacional, que tuvieron el tino de “ponerse de acuerdo” y de legislar sin protagonismos y anteponiendo el bien de la República y de las futuras generaciones.
La Constitución es todo un contrato social, que reconoció por vez primera y a nivel mundial, la existencia en la sociedad de las entonces llamadas “Garantías Individuales” del ciudadano, (hoy transformadas en los Derechos Humanos de las Personas, en su capítulo I, de los Derechos Humanos, en sus primeros 29 artículos) Esto fue motivo de asombro y admiración dado su nivel de alcance para la época en que aún no aparecía. Por ejemplo, la célebre “Carta de los Derechos Humanos del Hombre y del Ciudadano”, que motivó una Declaración Universal reconociendo los citados derechos humanos pero hasta el 10 de diciembre de 1948.
Carranza, habiendo recogido lo mejor de la Guerra de Reforma y su Constitución, 50 años atrás, tuvo la visión de plasmar todo eso en un solo y triunfal documento, de avanzada para su época, denominado, la Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos de 1917… pero adecuándolo a la realidad del mundo y de la época.
Nacimos con el fin de las dictaduras y los absolutismos, a mediados del siglo XIX.
Nos empezamos a reconocer como mexicanos, a partir de que tuvimos una Carta Magna que recogió uno a uno los ideales por los que derramaron su sangre, los héroes de la Guerra de Reforma (1854-1857). Así llegó el nuevo siglo y con él, otra generación de mexicanos con una mentalidad igualmente preclara y de profundo amor a la patria, como es el caso de los coahuilenses Francisco I. Madero y el General Venustiano Carranza.
El primero, consolidado como el “Mártir de la democracia mexicana” y el segundo, ni más ni menos como el líder político que supo organizar, acordar, gestionar y armonizar el proceso para plasmar la síntesis de las aspiraciones del pueblo mexicano por una vida más justa, más próspera y con la paz y la estabilidad social necesarias para vivir armónicamente.
A partir de entonces, todo mexicano, todo individuo, adquiere un valor especial frente a la ley, porque : es único e irrepetible; no hay nadie igual que él; es igual en cuanto a su nivel de derechos y obligaciones frente a la propia ley y tiene también las mismas oportunidades frente a esta… al igual que cualquier otro ciudadano, sin importar raza, credo, condición social, origen étnico, lengua, condición económica.
Entonces, los mexicanos que radicamos en el extranjero, no somos "harina de otro costal" y exigimos el mismo trato que se da a nuestros compatriotas.
A partir de la Constitución de 1917, también se sientan las bases del sistema educativo nacional tal cual lo conocemos hoy día, en sus atributos de laicidad, gratuidad y obligatoriedad para todos los niños del país, gracias al artículo 3 de la Constitución; así también se establecen condiciones para la explotación racional y justa de los recursos nacionales que se encuentran en el subsuelo, en su artículo 27 y se sientan las bases para una legislación también de avanzada en el mundo (para su época) en materia laboral, gracias al artículo 123 de nuestra nueva Carta Magna de encuentran bajo el subsuelo (petróleo, minería, recursos hídricos), por el artículo 27 de la CPEUM de 1917… como se observa, no hay pueblo que pueda ostentarse como producto de una modernidad normativa, que rompió con los sistemas rígidos y conservadores de su época y que fue producto de un movimiento surgido genuinamente del pueblo, como lo fue la revolución social, que culminó con la promulgación de la Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos.
La Constitución es la Carta que nos protege, la que nos da el cobijo y la que debe respetar nuestros derechos humanos, derechos que como mexicanos, también allende las fronteras de nuestro país de origen, merecemos.
Nora Oranday, ex Diputada Federal Migrante, por el Partido Acción Nacional, LVX Legislatura. Lic. en Letras Españolas por el Tecnológico de Monterrey