La profunda crisis migratoria que vivimos en la actualidad en la frontera entre México y Estados Unidos es un reflejo de las contradicciones globales del sistema económico, en el cual se criminaliza la migración de las personas que se movilizan allende las fronteras para tratar de mejorar su calidad de vida, sin que los gobiernos instrumenten políticas públicas que prevengan la migración mediante transformaciones estructurales internas.

La criminalización de la migración en el ámbito internacional pone en evidencia tendencias de gobierno muy conservadoras –en las naciones altamente receptoras de migrantes-- que buscan capitalizar políticamente de manera partidista a través de la persecución y represión en contra de los flujos migratorios de aquellas personas en condición de alta vulnerabilidad, que enfrentan los elevados riesgos de migrar de manera indocumentada y clandestina en aras de lograr mejores condiciones de vida.

Llama la atención que una nación tan económicamente desarrollada como los Estados Unidos de América no genere programas que permitan la asimilación ordenada de más migrantes, que a fin de cuentas ofrecen en su mayoría el beneficio económico y probado que representa su mano de obra barata.

En lugar de esto, en el ámbito local estadounidense, se generan iniciativas legislativas represivas y violatorias de los derechos humanos, como las que recientemente se han emitido en el Estado de Texas.

Por otra parte, también es de notarse la retórica de los gobiernos de los países expulsores de migrantes, como los latinoamericanos, que continuamente generan compromisos y perspectivas que reconocen la necesidad de cambios estructurales en sus países, sin que tales cambios realmente trasciendan la esfera de las palabras, y se concreten en una mejora sustantiva de la calidad de vida de su población en mayores condiciones de vulnerabilidad, la cual se convierte en la población que eventualmente migrará hacia los Estados Unidos, carente de documentos que acrediten su cruce hacia esa nación de manera legal. El reciente foro llevado a cabo en la ciudad de Palenque ofrece una muestra de lo anterior.

En el caso de los Estados Unidos, las ciudades consideradas como “santuario” para los migrantes –tales como Chicago, Los Angeles, Nueva York, Denver y Washington DC, entre otras--, están enfrentando serios problemas logísticos y de viabilidad para alojar a la inmensa cantidad de migrantes que están llegando a ellas, en muchos casos desplazados o enviados directamente por las autoridades de ciudades y Estados donde impera la represión y hostilidad hacia los flujos migratorios, como en Texas y Florida. 

El gobierno federal del presidente Joseph Biden ha buscado obtener recursos especiales para ayudar a resolver la crisis que enfrentan las ciudades santuario ante el desbordante número de migrantes en busca de asilo que llegan a ellas; sin embargo, no se visualiza de manera inmediata una respuesta estructural y sistemática del gobierno federal ante tal situación, más allá de los recursos extra gestionados ante el Congreso para ayudar a paliar la situación emergente en las ciudades santuario. Ante esto, los alcaldes de estas ciudades han manifestado su agradecimiento por las gestiones de Biden ante el Congreso, aunque han expresado necesitar alrededor de 5 billones de dólares para enfrentar la situación en ciernes.

La expansión masiva de flujos migratorios sin documentos hacia los Estados Unidos es representativa de lo que ocurre en nivel mundial. Las crisis económicas recurrentes de las naciones del sur global tienden a expulsar cada vez más migrantes, y las naciones receptoras de tales flujos criminalizan cada vez a tales migrantes, y tienden a establecer filtros y medidas cada vez más complicadas para que los migrantes puedan acceder a la mejor calidad de vida que buscan lograr para ellos y sus familias.

*  Emilio Coral García es doctor en historia (graduado con distinción) y maestro en estudios latinoamericanos por la Escuela de Servicio Exterior “Edmund A. Walsh” de la Universidad de Georgetown en Washington, DC. Es licenciado en Ciencias de la Comunicación por la Facultad de Ciencias Políticas y Sociales de la UNAM, adonde participó en el proyecto El México de fuera: la comunidad mexicano-americana en los Estados Unidos. Entre diversas publicaciones, es cocoordinador, junto con Claude Heller, del libro El impacto sociocultural del fenómeno migratorio en Michoacán.También es co-autor junto con Heriberto Galindo Quiñones del libro Drama y odisea de la migración mexicana. Se encuentra afiliado al Instituto para el Estudio de la Migración Internacional (ISIM) de la Universidad de Georgetown.Ha impartido múltiples conferencias y talleres en materia de relaciones internacionales y educativa tanto en México, como en los Estados Unidos, Argentina, Brasil, Chile, Francia y Puerto Rico.